Ejercicios para el alma
Cuando vives una vida tan ajetreada, corriendo
siempre sin parar detrás de todas las cosas, persiguiendo demencialmente tus
sueños y deseos; cuando tu vida está llena de soledad, tristeza, depresión y
ansiedad, y te sientes cansada y desbordada por todo; cuando piensas y te das
cuenta de que ahí fuera, en el basto e inmenso mundo no hay nada para tí,
entonces te preguntas por el significado de la vida.
Son tantas las cosas que deseamos y perseguimos,
que no somos conscientes de lo mucho que corremos y lo poco que conseguimos. Ni
siquiera nos detenemos para coger aire, no pensamos lo que hacemos, simplemente
nos dejamos arrastrar, seguimos descontroladamente detrás de aquello que
consideramos que nos dará la felicidad: un buen trabajo, un buen sueldo, unos
buenos amigos, una buena familia, un simpático perro, éxito, fama, ser un
ciudadano ejemplar, un buen coche, una buena casa, un buen apartamento en la
playa, un buen chalet en la montaña, un buen móvil, un bonito cuerpo..., y si no
conseguimos todo esto nos venimos abajo, nos deprimimos, nos irritamos y
perdemos la cabeza porque creemos que sin todo esto jamás seremos felices.
Al ver pasar por delante de tus ojos tu
vida, al ver que todo se te escapa, que tu vida es una miseria, una llaga en
carne viva, al ver tus sueños no cumplidos y al darte cuenta que siempre serás
una pobre, desgraciada e imperfecta amalgama, que estarás triste y sola toda tu
vida, te planteas otras opciones: drogas, antidepresivos, violencia, el
suicidio, el aislamiento más profundo y severo...; cuando llega ese momento,
sabes que ya no te queda nada por lo que luchar y entonces te rindes.
Un día cualquiera yo dejé de correr, me
quedé quieto, en silencio, me miré al espejo y me pregunté: ¿por qué corro?
Tras pensarlo detenidamente llegué a la conclusión de que no lo sabía. Supongo
que creía que era lo que debía hacer, en eso me dijeron que consistía la vida:
en "vivir" persiguiendo tus sueños, sueños que nunca llegan, que se
esfuman, deseos que desaparecen, que se olvidan.
Y supe que tal vez esas cosas nunca
podría realizarlas, que tal vez perseguía nada. Me dí cuenta de que las cosas
no se hacían con prisas, con imprudencia, con insensatez, con ignorancia o con
dinero, las cosas se hacían, sin más. Comprendí que si quería vivir una
vida más tranquila no tenía que desearlo, o pedirlo, o pensarlo, o esperarlo, o
suplicarlo, o comprarlo, tan sólo debía hacerlo, practicarlo y
experimentarlo por mí mismo, porque sabía que nadie haría las cosas por mí.
Y así empecé a "mirar hacia
dentro". Comencé a trazar un nuevo rumbo en mi vida, y me propuse conocer
ese mundo espiritual y tan poderoso que algunos pocos dicen que tenemos en
nuestro interior todos los humanos. Y quise ver lo que había, echar un vistazo
y ver lo que encontraba aquí adentro.
Me puse a leer libros sobre religión,
meditación, yoga, zen, busqué información en internet, asistí a algunos
talleres y sesiones de grupos de meditación y tras algún tiempo con estas supuestas
"doctrinas del alma" descubrí que había tantas como quisieras y más.
Y me hice un lío mental peor que el que tenía antes. Esta enorme confusión hizo
que me diera cuenta de que en el fondo todas las religiones y métodos
espirituales sirven para un mismo fin, aunque sigan por diferentes caminos unos
de otros. Así que supongo que cada una debe adoptar el método, sistema o
doctrina que más le guste, que le resulte más fácil o más cómoda, el centro que
tenga más cerca de casa o simplemente la que mejores resultados le dé.
Si eres de las que tienen vergüenza o
miedo a salir de tu propio "castillo", en el que te sientes segura, y
contactar con otros como tú, si eres de las que quiere vivir un poco mejor y
conocer un camino que puedas seguir tu sola, si eres de las que no se puede
gastar una fortuna en "terapias de lucro y egoismo", aquí te dejo
algunos consejos que tal vez te sirvan, igual como me sirvieron a mí:
1. Sufrimos a causa del gran torrente de pensamientos
que nos colapsan la mente. Pensamientos que si nos centramos en ellos y nos dejamos
llevar nos arrastran a un lugar oscuro y desolado lleno de sufrimiento, un
lugar habitado por ideas, sueños, deseos, miedos, inseguridades, frustraciones,
emociones, sentimientos, y preocupaciones, que hacen que nos olvidemos de vivir
la vida.
2. Nuestra mente se apacigüa y nuestro
corazón se calma si reducimos y controlamos esos pensamientos
invasores y dañinos. Si dejamos de correr y nos tomamos la vida con
tranquilidad y serenidad, os aseguro que vereis el mundo de otro modo.
3. Nuestra mente hace lo que le hemos enseñado
a hacer, por lo tanto debemos disciplinarla de nuevo y enseñarla a vivir
una vida más relajada y centrada en el interior. Debemos construir el hábito
y acostumbrarla a hacer lo que debe hacer. Eso hace la meditación y la
oración, centrar nuestra mente en un sólo punto, como por ejemplo la postura y
la respiración como en el zen, en Dios, en una palabra, frase u oración. Y así,
poco a poco y sin darte cuenta la meditación formará parte de tu vida, como
comer, beber o dormir.
4. "La iluminación", "el
paraiso", "el cielo", "la realización del alma", una
vida serena se consigue con la práctica y la experiencia.
"No hay nada que saber, nada que comprender, sólo sentarse" (como
dicen en el zen) y centrarte en la postura y la respiración.
5. Es normal que tu mente se resista,
sobretodo al principio: te agobiarás, te cansarás, te dormirás, pensarás que es
una estupidez y que no sirve para nada y querrás dejarlo en muchas ocasiones,
pero debes aguantar, resistir y perseverar, intentarlo
una y otra vez siempre que tu mente se separe y divague. Debes empezar a
dirigir tu vida.
6. De nada sirve hacer una sesión
intensiva de meditación durante varias horas un día, y no volver a hacerlo en
una semana. Debes ser constante, sincera, demostrarte a tí misma
que sí te interesa y que vas a llegar al final, cueste lo que cueste. Porque no
hay un sólo camino que sea fácil. Debes practicar cada día.
7. Has de concentrarte en todo lo que
haces sin perder la atención, centrarte en cada instante, en cada
detalle, en cada tarea, en cada momento de tu vida diaria. Aquello que aprendes
en la sesión de meditación debes traspasarlo a tus quehaceres cotidianos.
Hay que ser muy valiente y llegar al
límite de tu sufrimiento para gritar "BASTA", y empezar a
coger las riendas de tu propia vida, que sólo es tuya y de nadie más, ni de
ningún "dios" ni de ningún "señor".
Nadie puede hacer las cosas por tí, debes
hacerlas por tí misma, sin contar con nadie, sin depender de nadie, sin esperar
nada de nadie. Hasta que no comprendas esto no serás libre.
Si tienes la necesidad de acudir a dios
hazlo, pero hazlo sabiamente, no esperes que te escuche y te dé las cosas ya
echas. Lo que necesitas ya te lo ha dado, lo tienes dentro de tí, úsalo.
Sé tu propia luz, sé tu verdad, sé tu
propio camino, sé la capitán de tu vida y deja de sufrir. Todo es mental.
Un abrazo del guardián de la vigilia